El nuevo orden mundial

El objetivo del orden mundial liberal, creado al final de la Segunda Guerra Mundial, era establecer un entorno liberal para el desarrollo de todo el mundo. Este orden colapsó con la invasión rusa de Ucrania. Incluso antes de esto, muchas sociedades poderosas habían tomado una dirección inequívocamente iliberal. Estas sociedades no pueden compartir un objetivo liberal. Así, en este nuevo mundo ha surgido una nueva disyuntiva: o se incluye a todas las sociedades en el orden mundial o se trata de mantener un orden democrático liberal basado en un núcleo de potencias liberales. No puede hacerse ambas cosas a la vez. En estas condiciones, ¿Qué se debe hacer para reemplazar el orden global moribundo?

En un artículo en Foreign Affairs, Richard Haas y Charles A. Kupchan propusieron apuntar a un orden global totalmente inclusivo, independientemente de si sus componentes son liberales o no.[1] Proponen la creación de un Concierto de las Superpotencias, tomando como modelo el Concierto de Europa de principios del siglo XIX. Este Concierto incluiría a Estados Unidos, la Unión Europea, India, China, Japón y Rusia. Se basaría en una nueva realpolitik, que se olvidaría de la ideología para abrir la puerta a una solución pragmática de los conflictos actuales.

El Concierto de Europa fue formado por las cinco potencias europeas (Austria, Francia, Prusia, Rusia y Reino Unido) tras las Guerras Napoleónicas. Nunca se formalizó como las Naciones Unidas. Sin embargo, con algunas excepciones (la guerra de Crimea de la década de 1850 y la guerra franco-prusiana de 1870), las grandes potencias aplicaron su principio básico de negociación en lugar de la guerra hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial. De esta manera, el Concierto ayudó a mantener el siglo XIX libre de grandes guerras.

Sin embargo, el Concierto de Europa no es un buen ejemplo de un consejo sin un objetivo ideológico. Fue formado por poderes conservadores con el propósito explícito de defender el orden conservador, oponerse a las revoluciones y mantener el equilibrio de poder en Europa. Estos eran intereses fuertemente cohesivos. El Concierto de las Superpotencias, en cambio, no tendría ningún interés cohesivo, e incluiría países, como Rusia y China, que tienen intereses opuestos al resto de los miembros.

En este contexto, no hay razón para creer que este nuevo marco institucional tendría ventajas sobre el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU), o cualquier otro subgrupo que se reúna en cualquier sala vacía. El artículo de Foreign Affairs que hace esta propuesta menciona que uno de los problemas del CSNU es el uso frecuente del veto. Pero no hay razón para creer que cuestiones que llevan, digamos, a Rusia, a vetar una resolución en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no motiven al mismo país a emitir el mismo veto en el Concierto de las Superpotencias.

El problema no es la falta de un lugar de encuentro o de una institución para analizar diferentes soluciones, sino, por el contrario, el debilitamiento del orden internacional liberal que contuvo las acciones de los estados canallas. Tener un nuevo lugar para reunirse no convencería a Rusia de que debería salir de Ucrania u olvidarse de reconstruir el antiguo Imperio Ruso. No es un problema de comunicación. Es un problema de poder. Y es importante notar que China, Rusia, Irán, Corea del Norte y muchos otros, están aprovechando precisamente el debilitamiento del orden social liberal para violar el statu quo geográfico existente. Se opondrán a hacer cumplir cualquier orden independiente de ellos,

Ante este problema, si hay que elegir entre crear una institución que abarque a todas las grandes potencias y otra que defienda la democracia liberal, las democracias liberales deberían optar por la segunda.

Lo que se necesita es una nueva organización que responda a los principales desafíos de la época: el ascenso de China (que todavía no ha violando el orden mundial pero podría por su actitud hacia Taiwan) y otros estados que sí están en rebeldía y la permanencia del poder nuclear de una Rusia decididamente agresiva. Esta nueva organización estaría unida por el objetivo común de defender un orden internacional liberal lo más grande y poderoso posible. Este nuevo marco tendría dimensiones militares y económicas. En ambos, el objetivo debe ser aprovechar la complementariedad de las democracias liberales.

La revisión de la defensa del Reino Unido hecha en 2021 marca un camino racional a seguir militarmente. Esta revisión propone el desarrollo de altas competencias en algunos campos específicos que complementarían los elegidos por otras democracias liberales. En el caso del Reino Unido, la revisión recomienda especializarse en fuerzas especiales, internet y espacio, y enfocarse en operaciones ofensivas insertas en estrategias generales de una organización mayor. La revisión centra sus recomendaciones en la región de Asia y el Pacífico, mientras que la defensa territorial se basa en las fuerzas militares estadounidenses tradicionales que constituyen el núcleo de la OTAN. Esta parte de la recomendación debe revisarse en vista de la recién descubierta agresividad rusa. Otros países se especializarían en otras áreas o en las mismas para crear una fuerte ventaja defensiva contra China, Rusia y otros estados rebeldes. [2]

Por supuesto, el principal problema sería uno de confianza. Cada país se preguntaría qué les sucedería si sus aliados no van a la guerra para defenderlos. Se quedarían con una fuerza armada incompleta, que podría ser derrotada fácilmente por un ejército completo y unificado. Sin embargo, la alternativa es que cada una de las democracias liberales desarrolle un ejército completo, pero demasiado pequeño y sin un comando unificado. Como confirmó la catastrófica derrota rusa en la primera etapa de la Guerra de Ucrania, la rápida coordinación de las operaciones de las diferentes ramas del poder militar es clave en la guerra. Siguiendo el ejemplo británico, este nuevo poder militar estaría basada en la especialización, el conocimiento y el poder económico.

Con respecto a la economía, debería de crearse un espacio económico integrando a los dos gigantes actuales, Estados Unidos y Europa, con lo cual se ganaría en diversidad y eficiencia. Para evitar que intereses mezquinos bloqueen la creación de esta zona esencial, los países deben adoptar el modelo de la Liga Hanseática: el establecimiento de ciertas reglas que los países deben cumplir para convertirse en miembros, lo que garantizaría la aceptación automática de los miembros existentes si esas reglas se llenaran.

Esto conduciría a la creación de un mercado común muy grande. Por supuesto, la oposición a esto sería enorme. Hay muchas empresas poderosas que compiten solo por la protección que reciben de sus gobiernos. Por esta razón, el comercio entre las grandes potencias económicas, si bien es mucho más libre que entre los países en desarrollo, sigue siendo fuente de muchas ineficiencias para todos los involucrados. El más importante de los problemas que genera la protección actual es la constante fricción que introduce en las relaciones económicas entre países por los continuos esfuerzos que empresas y gobiernos realizan para aumentar la protección a sus actividades y disminuir la de sus socios comerciales.

Este es un problema político importante. Sin embargo, debe examinarse en el contexto de la peor amenaza jamás sufrida por las democracias liberales y el mundo en general. En este nuevo mundo, la unificación vendrá de una forma u otra, ya sea voluntariamente para defender la libertad, o después de haberla perdido, bajo la bota de estados agresivos.

Lo que necesitamos es un grupo cohesionado, poderoso y en crecimiento, unido por un ideal y una visión comunes de defensa y desarrollo económico, que enfrente los desafíos que plantean China, Rusia y otros estados agresivos. El orden mundial dependería de la interacción de estas democracias liberales y los otros estados. No habría un orden aprobado por todos. Pero tampoco existiría si hubiera un Consejo de (todas) las Superpotencias. Y las potencias iliberales no tendrían el poder explícito de bloquear las decisiones del grupo de potencias liberales desde adentro.

Por supuesto, como cualquier otro orden internacional, esto estaría sujeto a riesgos y oportunidades. Algunos países pueden pasarse de un área a otra, y otros, como sucedió durante la Guerra Fría con el surgimiento de los países no alineados, pueden causar otras divisiones entre los distintos subgrupos. Pero esos son inevitables y provocarían nuevos ajustes. Aun así, trazar una línea para mantener unidas a las democracias liberales como un solo grupo sería mucho mejor que tener a todos los países mezclados con los antiliberales sin una estrecha coordinación de las primeras.

 

 

Manuel Hinds es el autor de In Defense of Liberal Democracy: What We Need to Do to Heal A Divided America, Imagine!, 2021. Su sitio web es manuelhinds.com.

[1] Richard Haas and Charles A. Kupchan The New Concert of Powers: How to Prevent Catastrophe and Promote Stability in a Multipolar World, Foreign Affairs, March 23, 2021.  https://www.foreignaffairs.com/articles/world/2021-03-23/new-concert-powers

[2] House of Commons, Briefing paper Number 9181: Summary, Defence Command Paper 2021, https://researchbriefings.files.parliament.uk/documents/CBP-9181/CBP-9181.pdf

Como escribió Thomas Paine, prócer de la independencia de Estados Unidos, "Estos son los tiempos que prueban el alma
de los hombres". Al igual que en los Estados Unidos en 1776, el mundo entero vive una profunda transformación económica, social y política. La historia nos juzgará en función de nuestra capacidad para adaptarnos armoniosamente a ella.

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